ROMA.- Benedicto XVI fue un protector, no un reformista. Intervino en las crisis de su Iglesia, pero dejó muchas tareas pendientes. Al próximo Papa le esperan viejos problemas y desafíos a las necesidades de reforma y a la crisis de fe.
El Miércoles de Ceniza, el propio Joseph Ratzinger señaló el camino que debería seguir su sucesor: condenó los "pecados contra la unidad de la Iglesia y las divisiones en su seno" y llamó a "superar los individualismos y rivalidades". Pero la Iglesia, con sus 1.200 millones de creyentes, no necesita únicamente un cambio de la curia romana: hay necesidades distintas en cada continente y el nuevo pontífice debería conciliar todas ellas.
"Las instituciones eclesiásticas deben apoyar la acción evangelizadora y no frenarla. La curia ofrece a menudo más una imagen de arribismo que de servicio a los creyentes", dice el influyente cardenal franciscano sudafricano Wilfried Fox Napier, quien está a favor de una fuerte renovación espiritual.
Tras el escándalo de intrigas y luchas de poder del Vatileaks, Roma necesita una nueva era. Europa reclama al próximo Papa avanzar en el ecumenismo; relajar la moral sexual; conseguir un mayor papel de la mujer en la Iglesia y abordar el celibato de los curas. En Latinoamérica, donde la creencia católica es mayor que en otras regiones del mundo, deberá ofrecer, además, respuesta al tráfico de drogas, a la violencia y a la pobreza.
Los católicos de África esperan apoyo del Papa por venir en lugar de silencio. Sus problemas son muchos, entre ellos la lucha contra el sida; el hambre; el colonialismo económico; el odio islamista y las agresiones contra los cristianos en el continente. Benedicto XVI visitó en varias ocasiones África y Cercano Oriente, para fortalecer la fe de los cristianos amenazados y convocarlos a quedarse en ese lugar, sobre todo en Tierra Santa.
Asia no sólo es de una importancia capital a nivel económico, sino también para la Iglesia. Ratzinger nunca viajó al continente y tuvo varias desavenencias con China, que controla las religiones. Sólo un pequeño porcentaje de los asiáticos son cristianos, pero en la región vive la mayor parte de la población mundial, lo cual es un desafío.
Algunos problemas son la caída de la fe en Occidente, el escándalo de abusos sexuales y el comportamiento no esclarecido de la ultraconservadora Hermandad de San Pío X. Parte del futuro estará determinado por el continente del que proceda el próximo pontífice y de su nivel de conservadurismo. Quizás su sucesor sea más joven y pueda abordar las reformas necesarias con un mayor dinamismo.